martes, 3 de febrero de 2009

La mar de formas en el imperio de los sentidos

Lanònima Imperial nació en Barcelona en 1986. Es una de las llamadas compañías históricas
catalanas, por su trayectoria de más de veinte años, surgida en esa década prodigiosa que
produjo tantas otras formaciones de renombre. El país se revolvía inquieto, se desperezaba de un
largo sueño, y Juan Carlos García transfirió su energía y su curiosidad cultural a una compañía que
ha buscado muchos más profundos afectos que simples efectos; o sea, ahondar en el reino de
las emociones, ser una mar de formas con sentido, hasta llegar a los sentidos con el concurso
añadido de la cabeza. Aquí la cultura ha sido siempre una cuestión de armas tomar, de reescritura
en los cuerpos.

POR JOAQUIM NOGUERO

Juan Carlos García afirma a menudo que no existe la danza,
sino los danzantes. Es una buena frase que prueba que su
acercamiento a tantas formas de cultura como han reclamado su
atención es sincero, auténtico, fruto de una curiosidad interior
insaciable y nada pedante, ni decorativa ni de simple barniz,
puesto que el coreógrafo sabe que cualquier forma de conocimiento
universal pasa por lo particular, por su traducción local y
personal en el aquí y ahora que va a darle sentido. Es luego, si
nos aporta algo, que volverá a categorizarse a su vez para todos.
Pero, en un primer momento, existen los bailarines, existe
cada obra en concreto, existen los impulsos y la idea que se
quiere desarrollar, y existen los recursos, las capacidades y
los medios de que disponemos para llevarla a cabo. La trayectoria
de Lanònima es un ejemplo llevado a la práctica
de este tipo de construcción de cada pieza a partir de la
confluencia de distintas personas y bagajes al servicio de la
idea matriz del coreógrafo, Juan Carlos García.
El territorio de Lanònima Imperial es un universo postmoderno,
con intereses muy dispares, una mar de formas (por
decirlo con el título de su pieza infantil del 2005, La mar de
formas, que acercaba danza y ciencia a los más jóvenes),
pero una mar puesta siempre al servicio del siguiente continente
(en ambos sentidos del término y por insistir en
decirlo de nuevo con el eco y parafraseo de otros títulos de
la compañía): el de la identificación de un paisaje, el del
cuerpo; esa noche herida por el rayo, con sus sombras y
luces, con sus trasfiguraciones, objeto del deseo siempre de
la mirada del otro, para así contrarrestar en carne y hueso
el tempus fugit, con la danza como eco efímero de un silencio.
Eppur si muove.
Ahí es nada.
Exploración en y por las obras
Como no es lo habitual, que una mirada postmoderna barra
para casa recurriendo a lo que le interesa del ritual griego, de
las formas del barroco o, por contraste, del arte povera, el pop
art o el minimalismo, hay público que ve en bloque el trabajo
de Lanònima arraigado en el mito, en formas estrictamente
culturales.
Pero Juan Carlos García lo tiene claro, “me parece una mirada
un tanto limitadita, reductora: hemos tratado muchos temas a
lo largo del tiempo y no cabe en absoluto hablar de especialización:
el primer espectáculo, Eppur si muove, se hizo desde el
arte povera; y la segunda, Castor y Pólux, se iba a los clásicos
para expresar la dialéctica entre la razón y la pasión”, lo apolíneo
y lo dionisiaco. Y no sólo eso, añade. “La primera, la construí
casi como una pieza de Cunningham, mi principal modelo
entonces, mientras que la segunda acababa siendo una fiesta
desenfada y expresionista. Pero es que inmediatamente después
de estas dos, me tiro a Kairos, le doy la vuelta a todo y
hago una pieza donde combino la reconstrucción de ciertos
mecanismos minimalistas con otros que recupero de los rena-
centistas”. A continuación en Afanya’t a poc a poc (la traducción
literal del catalán sería “Date prisa despacio”), elabora “una
pieza barroca, dicho tanto por la acumulación de objetos en
juego como por la época histórica, porque uso músicas barrocas
y hay una puesta en escena que hace referencia directa al
siglo del barroco y a una de sus principales divisas (festina lente,
apresúrate despacio), con el uso de la típica paradoja barroca
como mecanismo de creación; estudié el barroco como mecanismo
de construcción de imágenes y de desarrollos también
estructurales, es una pieza de amor y muerte combinados un
poco abruptamente y con muchos planos que se entremezclaban”.
Siguen más exploraciones, ya que “Eco de silencio, por el
contrario, es una pieza de una austeridad tremenda, con un
mecanismo de abrir y cerrar las luces que luego he visto copiado
varias veces. E hice luego una obra heavy metal titulada
Moving Landscape, y seguidamente me meto en una creación
sobre la guerra, Identificación de un paisaje”.
Complejas en la sencillez de su impacto plástico y danzado,
que es lo que más destacan de Lanònima muchos espectadores,
las obras se inician siempre con un largo proceso de inmersión
creadora, la investigación de un lugar, sea cultural, humano
o geográfico. En la pieza de la guerra, por ejemplo, “acabábamos
de salir de la euforia de Barcelona 92, de la Barcelona
olímpica, y en una esquina de Europa, aquí al lado mismo, yo
tenía amigos que se estaban pegando tiros. No podía quedarme
aislado de eso, tenía que ir allí, porque es lo que importaba
en ese momento. Vi lo más humano al lado mismo del horror y
la crueldad de toda guerra, charlé con mucha gente, y el día
que me despedí vinieron en plan colega dos tipos con los que
habíamos tomado copas hasta las tantas, en una ciudad rodeada
por el enemigo, y que son dos personas con las que habitualmente
no tendría nada que ver, un militar y un policía. A la
vuelta escribí textos, dirigí a los intérpretes para sacarles lo que
estaba en consonancia con todo lo vivido, y que intenté que estuviera
y se identificara claramente en Identificación de un paisaje”.
Creación y complicidades
La creación surge en estos procesos de inmersión compartida a
pulmón libre. “Trabajo pidiendo a los bailarines materiales
muy personales, que respondan a sus características físicas, a
sus intereses, a sus posibilidades de todo tipo, al conjunto de
su imaginario… Lo que no me gusta y me ha repelido siempre
son las piezas donde notas que la gente se siente incómoda con
el material”. En consecuencia, éste ha sido siempre punto de
partida y de llegada del trabajo de Lanònima. “Hay quien
opina que es una forma de trabajar muy cómoda, porque todo
te lo dan los bailarines, pero me importa un comino: es un sistema
de trabajo como cualquier otro, y el bailarín no coincidiría
a fijar ni los mismos elementos que yo ni de la misma manera,
aunque el punto de partida sea su material y que, gracias a eso,
se lo envuelva como se lo envuelva y devuelva yo, seguro que
él se va a sentir cómodo”. ¿Y a la hora de firmarlo? “En rigor, si
la coreografía es el movimiento del coros y no tan sólo del
cuerpo, la escritura de ese movimiento no tengo ninguna
duda al afirmar que es mía por mucho que haya partido del
bailarín”. También partimos del diccionario del idioma para
escribir las notas del supermercado y no vamos a coincidir
en las frases, el local, lo elegido, las recetas y su cocción.
Crear es un largo proceso. Ahora bien, a fin de regularlo y
dirigirlo, “creo condicionamientos previos para lo que el bailarín
acaba dándome, pero es que además no le acepto cualquier
material ni de cualquier manera, con lo que conduzco y soy
muy responsable de todo el proceso. De entrada, antes hemos
hecho un trabajo muy importante de interiorización de ideas y
de concienciación de las relaciones profundas que quiero que
establezcan con determinadas estructuras musculoesqueléticas,
a partir de masajes incluso, para hacerlos conscientes de
desde dónde, hasta dónde y por dónde vamos a trabajar. Mi
especialidad es meterme en el cuerpo de los bailarines para
indicarles qué hay que mejorar, qué romper… ¿Que cómo
entro en el cuerpo de los bailarines? Pues, con lo dicho de los
masajes previos, de forma que puedo indicarles de forma muy
precisa cómo quiero exactamente su musculatura en una serie
de pasos concreta. Les hablo de determinadas tesituras musculares,
y a partir de eso quiero que cada uno saque su propio
material, porque ellos conocen su cuerpo mejor que nadie y
saben qué prefieren. En mis piezas, quiero una identificación
plena de cada bailarín con su gestualidad, que la asuman y la
expresen sin miedo, para que el resultado sea algo que haya
surgido de lo muscular y esquelético, de lo vivido, de sus
ideas, de todo en conjunto. Nunca me he conformado con sólo
uno de estos aspectos”.
Así lo necesita para sentir que el movimiento tiene un sentido.
Lo exige a los bailarines, que se planteen qué expresa para
ellos, porque, si no, nada de lo que hagan va a servir a nadie,
porque nadie da acuse de recibo a un mensaje vacío perdido en
una botella dentro del mar de estímulos actual. “Todos los bailarines
son creativos si reciben el estímulo adecuado, dentro
del contexto y las motivaciones que necesitan. ¡Qué curioso
que en algunos sitios sean creativos la mayoría de bailarines y
en otros, no!”, asegura Juan Carlos García. “Es la compañía la
que potencia e impulsa la creatividad de sus intérpretes. Lo
que sí hay es gente que acepta y quiere jugar más fácilmente.
Cuanto más acepten ponerse en las condiciones del juego al
que les invitas, mejor. Para mí la danza es un juego porque la
vida lo es: de otra forma no la entiendo”.
Importa cómo la entiende, atendiendo a su trayectoria: ya más
de veinte coreografías (la última, De los afectos, estrenada en
julio pasado) y cuatro creaciones en vídeo (Tempus fugit,
Sobradiel, Inquieta y Orfeo lateral) a lo largo de veintidós años en
danza; también coreografías para el Komische Oper y el
Deutsche Oper, ambos de Berlín, el Maggio Danza
Florentino, el Transparant Antwerpen de Bélgica, la Galili
Dance Company de Israel, el ya desaparecido Ballet
Gulbenkian de Portugal, el festival Dresden Musicspielle en
Alemania, el Ballet de Zaragoza y el Institut del Teatre, entre
otras, junto a reconocimientos nacionales e internacionales. En
los inicios quedan la admiración y la formación por el trabajo
de gente como Merce Cunningham, Viola Farber, Janet
Panetta, Jean Claude Gallota. O los pasos iniciales del coreógrafo
en el Colectivo de Improvisación Libre de Barcelona, en
la compañía Gelabert-Azzopardi y, sobre todo, en el Ballet
Contemporani de Barcelona. Lanònima nace con García al
lado de gente con nombre propio como Álvaro de la Peña y
Jordi Cortés. Y es que el trabajo de Lanònima ni ha sido anónimo
ni es para quedar en el anonimato. Grita alto e imperial.